¿No te rayas?


Vivimos en una era en la que estamos tan acostumbrados a estar expuestos, aceptar y asimilar simultáneamente ideas y valores antitéticos que no se genera el malestar fisiológico que de ello debería surgir.

Un ejemplo muy representativo son los cánones estéticos: en un mundo donde impera la extrema delgadez, donde el body-shaming es al orden del día con sólo 8 episodios de aproximadamente 60 minutos de "Bridgerton" la voluptuosa actriz Nicola Coughlan se ha convertido en un sex-symbol en pocos días.

!Resulta casi embarazoso tomar conciencia de hasta qué punto los medios de comunicación condicionan todavía nuestra percepción de la realidad y de la sociedad!

Aunque resulte paradójico, esto ocurre cuando se habla de temas relacionados con el mundo de las drogas y la percepción que tenemos del mismo.

Todo el mundo piensa y sabe que la droga es mala y al parecer todo lo relacionado con este mundo crea una sensación de rechazo, alarma y peligro.

Si hablamos de personas, el tema se vuelve mucho más delicado porque si bien la percepción sobre los drogadictos está cambiando, este sustantivo sigue asociado a adjetivos que anulan la condición de "ser humano", definiendo al sujeto simplemente por su conducta, costumbre o problema.

Peligrosos, marginales, de mal carácter, mentirosos, manipulativos, interesados… se encuentran entre los adjetivos más utilizados hablando de drogodependientes.

Las etiquetas estigmatizantes se convierten en la definición integral de la persona, que pasando a interiorizar el estigma en su identidad se invisibiliza.

Estos estereotipos, además, cuando se unen a emociones negativas, se manifiestan en una conducta discriminatoria que se vuelve prejuicio,que marca una distancia social que lleva al rechazo y desprecio hacia la persona o grupo consumidor.

Se impone lo que técnicamente se define como estigmatización del sujeto.

Pero si seguimos hablando de personas y en lugar de “drogodependiente” pensamos en un “narcotraficante”: ¿que pasa?

En un mundo donde el sueño del éxito por un camino recto es cada vez más lejano, y donde la cultura capitalista traduce el éxito en términos de bienes materiales, lujos, reconocimiento social y estatus, los “narcos” parecen muy “guay” casi dioses.

Los antihéroes se vuelven “mitos” de emular, “héroes del pueblo”, idealizados también por la música de bandas, e innumerables piezas de gangsta rap, trap y reggaetón y por las series televusivas. 

¿Cuándo y porqué la narcocultura se convirtió en parte de la educación de nuestros jóvenes?

Nos lo preguntamos cada vez que uno de nuestros/as usuarios/as nos comenta que su ambición es ser “traficante de drogas y ganar montones de dinero de forma sencilla”. 

Ciertamente, parte de la "culpa" puede atribuirse a los medios de comunicación  pero la fascinación por el crimen organizado no es algo nuevo, aunque el término narco-cultura, que define este específico campo, fue acuñado solo en 2009 por Rincón.

Pensar en que películas como “El padrino” o “Scarface” hacen parte del imaginario cultural de al menos 3 generaciones nos ayuda a entender que este fenómeno no es nuevo.

El atractivo de la narco-cultura nace de las dificultades para construir proyectos de vida que respeten la legalidad, no sólo en contexto lejano como la América Latina, si no en Europa y en España también.

Bajo un ecosistema dominado por la falta de oportunidades laborales y el fracaso y el absentismo escolar, situación alimentada por la falta de recursos materiales y simbólicos, un creciente número de jóvenes ingresa en el crimen organizado como alternativa más atractiva, específicamente en el tráfico de drogas, a pesar de los riesgos que implica.

Pero el narcotráfico se nutre también por el atractivo cultural que es capaz de generar, mediante un imaginario social de éxito fácil y rápido, legitimando así el tráfico de drogas entre amplias capas de la sociedad.

De ese modo, el modelo ambicioso de referencia de muchos jóvenes, es dedicarse a las actividades relacionadas con la delincuencia organizada, las únicas capaces de proporcionarles a corto plazo el poder al que aspiran; sin entender, por supuesto, que en el proceso ellos acabarán siendo también víctimas del crimen organizado.

De todas formas, la narcocultura se puede observar claramente en sus manifestaciones estéticas más llamativas y aparentemente más, como la vestimenta (millones de jóvenes hoy, ven cómo sus artistas y cantantes favoritos son presa de esta tipología de estética) o la arquitectura (palacios dignos de un rey, que sirven para blanquear parte del dinero recaudado con la droga y ostentar poder). Pero la cara opuesta de esta tendencia es la violencia como su esencia, la ejercida tanto hacia fuera como hacia dentro de las organizaciones criminales.

Hoy 26 de junio se celebra el Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas, normalmente nos centraremos en el uso indebido de drogas, pero este año nos sentimos obligados a tomar una postura contra la narcocultura, especialmente después de los acontecimientos de Barbate.

Como Asociación que se ocupa de la prevención y lucha contra las drogodependencias, reivindicamos un papel similar al de Carmen Avendaño y las otras madres coraje de la asociación “Érguete de Galicia" que se opusieron al tráfico de cocaína en las costas atlánticas.

 Para nuestros usuarios y usuarias que consumen y para aquellos que corren el riesgo de ser engañados por el brillo del éxito "fácil", también.

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