¡Estigmame otra vez!



La desinformación sobre la comunidad LGBT+ sigue siendo frecuente y cada estereotipo causa daños directos e incalculables a la salud mental de personas que cargan con un estigma centenario. 

En los últimos años, la ciencia ha avanzado mucho en la investigación y difusión de las orientaciones sexuales y las identidades de género, también gracias a las batallas de la comunidad LGBT+ que han llevado a una despatologización de lo que hoy conocemos como una "variante natural del comportamiento humano".


Uno de los estereotipos con los que nos topamos con más frecuencia como asociación que trabaja para prevenir las adicciones y ayudar a quienes las padecen es la asociación entre el colectivo LGTBIQ+ y las adicciones.

En primer lugar, queremos aclarar que una persona, perteneciente a uno de los grupos LGTBIQ+, no tiene mayor probabilidad de desarrollar una adicción que cualquier otra persona que se identifique con una orientación sexual "convencional" y una identidad de género heterosexual.

No existen diferencias de base en cuanto a las probabilidades de desarrollar una de las diferentes adicciones en función de la orientación sexual.

Las adicciones dependen de múltiples causas: experiencias personales, rasgos psicológicos, características biológicas y genéticas, ambientes sociales y familiares en los que la persona se ha criado. Las probabilidades de desarrollar una o más de las mismas depende de la combinación de todos estos aspectos en la historia personal, antes que de orientación sexual e identidad de género.

Referirse a los colectivos LGTBIQ+ es hablar de un universo de personas muy diferentes entre sí.

Un universo de personalidades, de historias de vida, de rasgos de todo tipo, imposible de describir. De hecho, solo se alude en esas siglas a la orientación sexual e identidad de género. Por tanto, es un error afirmar que una persona es propensa a desarrollar un tipo de adicción en relación con su identidad de género u orientación sexual. 

Lo que se supone pueda ser un factor determinante en el desarrollo de adicciones en el colectivo LGTBIQ+ es, según el modelo Minority Stress (Meyer, 1995), la homofobia internalizada. 

La homofobia internalizada es el resultado de la internalización por parte de personas LGBTQ+ de los prejuicios, pensamientos, actitudes y sentimientos negativos que la sociedad tiene hacia la homosexualidad en general y hacia las personas LGBTQ+ en particular. Como resultado de dicha vigilancia, es posible que se sientan más inducidos a leer aspectos de la realidad a la luz de su condición de minoría sexual. Por ejemplo, pueden esperar rechazo de amigos, familiares y colegas o discriminación debido a su orientación sexual y, por lo tanto, ocultar su identidad y evitar expresar intereses y/o participar en conductas consideradas no conformes con su género, para protegerse de daño psicológico o físico.

En la práctica personas con orientación sexual LGBTQ+ con dependencia no sufren solo una doble estigmatización de parte de la sociedad, si no tienen la posibilidad de desarrollar una autoestigmatización.

Sin embargo, muchos efectos de estos procesos son perjudiciales para el bienestar y la salud mental de las personas LGBTQ+, ya que impactan directamente en las estrategias de afrontamiento, reduciendo también la resiliencia, necesaria para afrontar eventos negativos de la vida cotidiana. 

Los niveles altos de homofobia internalizada se asocian más estrechamente con niveles bajos de autoestima, esperanza, autoeficacia, empoderamiento, calidad de vida y apoyo social, predisponiendo al sujeto a desarrollar adicciones a sustancias y comportamientos. En realidad, los datos científicos al respecto son controvertidos.

No parecen haberse encontrado relaciones significativas entre la homofobia internalizada y el uso y/o dependencia de sustancias en chicos gays, mientras que un estudio de Amadio & Chung (2004) encontró que en chicas lesbianas, niveles más bajos de homofobia internalizada se asociarían con menor consumo de alcohol, marihuana y cigarrillos. Sin embargo, se deben realizar más estudios para verificar y/o fortalecer estas relaciones. Finalmente, en lo que respecta a las conductas adictivas, un estudio de DeLonga et al., (2011), realizado con 49 adolescentes varones homosexuales, destacó una relación positiva entre la homofobia internalizada y el uso compulsivo de Internet.

Sin embargo, esta relación también debería explorarse más a fondo con más estudios que involucren muestras más grandes y representativas de la población LGBTQ+.


La orientación sexual de un individuo no cambia mucho nuestro enfoque terapéutico con nuestros usuarios y usuarias que padecen una o más adicciones. 

El principal elemento que puede definir una diferencia es la vivencia de la orientación sexual o identidad de género por parte de la persona. Es decir: el vínculo que existe entre su comportamiento adictivo y su propia vivencia afectivo-sexual y de género.

Hay ocasiones en que las personas, ante la falta de aceptación de su orientación sexual, han empezado a consumir sustancias para desinhibirse y poder tener relaciones sexuales con personas de su mismo sexo. Es decir, que han “tapado” sus inseguridades afectivo-sexuales y su falta de autoaceptación.

Aquí se produce una falta de consciencia por parte de la persona, que va desarrollando una conducta patológica con las sustancias. Hasta el punto de verse sumergida en una adicción que puede poner en peligro su integridad física y psicológica.

Pero, si se observa desde un plano general, la necesidad de ocultar o evadir inseguridades, miedos, vacíos, falta de auto aceptación es, en verdad, el motor que mueve todas las historias de adicción, más allá de orientaciones sexuales e identidades de género.


Si crees que necesitas ayuda no dudes en contactar con nosotros. 

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